A finales del pasado mes de julio fui cesado del órgano directivo que ocupaba en el Ayuntamiento de Alcobendas, volviendo de forma automática a mi puesto de funcionario como Técnico de Administración Especial de dicho Ayuntamiento. Tras dos años sin entradas al Blog, recupero algo de tranquilidad y tiempo por las tardes para volver a escribir.
Haciendo un pequeño balance de mi carrera profesional de casi 40 años en el ámbito público, he pasado 3 años como técnico, 6 como mando intermedio y 30 años como directivo público profesional; 27 de ellos en Alcobendas, 1 en el Ministerio de Administraciones Públicas, 4 en la FEMP y 4 en el Ayto. de Madrid.
Sin entrar en consideraciones estrictamente personales sobre las posibles causas del cese actual -ya fui cesado en otras 3 ocasiones, lo que a la postre me abrió otras oportunidades- , os dejo tres reflexiones:
1.- Hay que considerar con cierto grado de “normalidad” los ceses y nombramientos con los cambios de Gobierno en determinados puestos directivos. Así lo prevé la legislación y normativa vigente en la función pública e incluso el más elemental sentido común nos indica que determinados puestos – una dirección de Gabinete en un ministerio, por ejemplo, o una Coordinación General en grandes ciudades- deben responder a un alto grado de “confianza” con el responsable político. Incluso en el modelo anglosajón no concibo un city manager” que no sea de la estricta confianza de la Alcaldía, si bien requiere además un alto grado de profesionalización. Nadie debería sentirse con derecho a tener un cargo directivo de por vida -ni siquiera los Habilitados– , mucho menos sin ser evaluado periódicamente.
2.- Es indudable que la función directiva -pública y privada- está muy profesionalizada y en muchos casos -dependiendo del ámbito o sector profesional- también muy especializada, por tanto lo que resulta triste y sobre todo muy ineficiente, es perder el talento directivo acumulado y descapitalizar dicha función cada vez que cambia un Gobierno, simplemente por razones de confianza estrictamente política. Es un despilfarro de recursos y talento directivo del que las Administraciones no andan precisamente sobradas. Resulta urgente hacer valer la imprescindible profesionalización de la función directiva, mediante procesos ágiles de selección y meritocracia en base a formación, curriculum y experiencia estrictamente profesional.
3.- ¿Hasta qué punto está la Administración “colonizada” por la estructura política y los partidos como sostienen con solvencia y sólida base argumental algunos autores como Rafael Jimenez Asensio ?, ¿cuán deterioradas están las instituciones por estas prácticas clientelares? .. o dicho de otra forma, ¿dónde deberían estar los límites y requisitos para esos cambios?. De la mano de autores como el citado y organizaciones con experiencia en la materia como la Asociación de Dirección Pública Profesional, es necesario y urgente avanzar y consolidar cambios legislativos y normativos en esa dirección. Por terminar con datos que voy conociendo de algunos Ayuntamientos, a fecha de hoy y desde las últimas elecciones municipales, se han cesado y renovado al 50 % de los órganos directivos; ¿qué os parece esta cifra?….