Lejos del discurso pesimista, que viene dibujando a la Administración como un barco a la deriva de los grandes cambios, incapaz de acometer un proceso de modernización que viene pregonándose desde hace décadas, les propongo un cambio de perspectiva hacia una Administración Pública que es capaz de adaptarse al entorno ofreciendo respuestas a las grandes dificultades y retos que se plantean las sociedades actuales.
+ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
+INTELIGENTE
+CALIDAD
Para empezar la ciudadanía del siglo XXI es cada vez más conocedora de sus derechos y obligaciones, y está dispuesta a participar y ejercer eventualmente la presión social ante decisiones que considera injustas o ante la insuficiencia de determinadas políticas públicas. También cuenta con mayores recursos a la hora de manifestar sus demandas pues ha aumentado el acceso a los medios de comunicación y a las redes sociales desde donde se puede ejercer una mayor presión sobre los gobiernos y administraciones.
Pero también parece necesario reconocer que la Administración Pública ha experimentado numerosos y profundos cambios positivos en las dos últimas décadas. Basta echar una mirada al pasado reciente, con serenidad, para comprobar que, en los últimos veinte años, la Administración Pública Española ha multiplicado y diversificado sus servicios, se ha orientado notablemente a la ciudadanía y ha mejorado su gestión. En apenas unos pocos años hemos pasado de las ventanillas a gestionar servicios a través de Internet.
En este proceso, la Gestión de Calidad ha sido una de las principales estrategias para la modernización de las Administraciones Públicas. Entre otros aspectos importantes ha servido para:
- Dotar a la Administración Pública Española de un lenguaje común en la gestión.
- Aportar una referencia de valores a los directivos públicos españoles: la orientación al ciudadano y la apertura a la incorporación a la Administración Pública de los objetivos y las demandas de la sociedad.
- Abordar la gestión de una manera profesional, planificando, implantando, midiendo e incluso comparando.
En los últimos tiempos asistimos a un persistente desprestigio del sector público, que está motivada en muchos casos por el ruido que genera el debate político, siempre superpuesto a la rendición de resultado. Esto nos lleva a una disociación entre las problemáticas sociales (detectadas ampliamente en las encuestas de opinión) y las consecuentes demandas ciudadanas que habrían de derivase.
Este constituye un primer reto para la Administración Pública Española: establecer mecanismos para que el valor de las políticas e intervenciones públicas sea percibido por los ciudadanos en cuanto a su eficacia y eficiencia, diferenciando éstas de la visión meramente política de las mismas. Se trata de llevar al ámbito público la diferenciación, hasta donde sea posible, entre el qué y el cómo. Los fines y los medios, la política y la administración (que incluso son dos conceptos diferentes).
Los avances que se produzcan en esta línea redundarán en el aumento de la capacidad ciudadana para visualizar y evaluar la actuación de la administración pública en tanto que instrumento al servicio de la sociedad, delimitando su actuación del debate político y posibilitando así el objetivo de que las problemáticas sociales den lugar a nuevas demandas ciudadanas orientadas a una Administración receptiva y ágil.
Es cierto que el entorno actual es turbulento y está sujeto a grandes y vertiginosos cambios, pero es precisamente la Administración Pública, por sus potencialidades y su centralidad en el imaginario colectivo, el agente mejor situado para intervenir en una sociedad compleja con éxito.
Precisamente la revalorización del papel del Estado y la Administración Pública, pasa por su puesta en valor como un instrumento necesario y de gran utilidad para unas sociedades inmersas en una cierta incertidumbre.
De la capacidad de la Administración Pública para adoptar un planteamiento inteligente en esta nueva etapa, dependerá la revalidación de su legitimidad en el presente y futuro.